Empecemos por lo evidente: Venezuela está viviendo un momento crítico de su historia, un momento complejo y difícil, cargado de desafíos y de oportunidades como todo momento de crisis. Y, en este momento, yo me atrevo a preguntar por qué hay quien toma por absurdo nuestro claro pronunciamiento en apoyo al Proyecto Bolivariano y al Gobierno del Presidente Nicolás Maduro, por qué hay quien ridiculiza hasta el menosprecio nuestros juicios y criterios sobre la realidad que estamos viviendo, por qué hay quien nos ignora y hasta da lecciones sobre lo que debemos o no hacer y pensar en este momento histórico.
Disculpen mi atrevimiento al plantear estas cuestiones. En verdad, creo urgente y necesaria esta reflexión juntas y juntos, este debate que nos ayude a conversar en profundidad sobre la realidad del mundo de hoy. No para llegar a consenso, sino para llegar a la esencia de la Vida y la Convivencia, del respeto y la dignidad.
¿Quién ha levantado muros de incomunicación que niegan, y hasta aplastan, la vida diversa y los modelos alternativos? ¿qué es lo que nos impide mirarnos a los ojos y reconocernos cada una, cada uno, en nuestra forma de “descubrir y manifestar amor”? Y, ¿quién nos dio derecho a descalificar lo diferente, lo distinto, lo que rompe esquemas mentales y costumbres ancestrales? ¿quién nos obligó a culpabilizar e ignorar al empobrecido que se atreve a alzar la voz?
Pero volvamos a lo evidente: Venezuela está viviendo un momento crítico de su historia porque el planeta, en general, está viviendo un momento crítico de su historia, un momento complejo y difícil, cargado de desafíos y de oportunidades como todo momento de crisis.
Venezuela y su revolución, Reino Unido y su Brexit, Francia con chalecos amarillos y España de independentismo y “pactos de gobierno”, la desunión de la Unión Europea, sus políticas migratorias, la eterna lucha del pueblo palestino por existir, la compleja vida en el Congo y el hambre de Somalia, la pobreza en Filipinas -un paraíso natural-, el negocio de la guerra en la economía estadounidense y su lucha comercial con China, el lobby de los laboratorios farmacéuticos imponiendo políticas en salud y agricultura, el robo de la tierra y la vida al pueblo paraguayo, Haití recibiendo una bofetada tras otra, el dolor de mafias gubernamentales en Centroamérica, … y tantas otras situaciones que reclaman nuestra atención.
Todo esto debe llevarnos a sentir y pensar en profundidad. No podemos quedarnos con los clichés mentirosos de los medios de comunicación más poderosos, ni con el conformismo de nuestro “status quo” que divide el mundo entre indios y vaqueros, negros y blancos, buenos y malos. No podemos quedarnos con la declaración del Sr. Casado (Presidente del Partido Popular en España) sobre “el enfermo de Maduro” que quema camiones de ayuda humanitaria, ni esperar a que el New York Times demuestre lo evidente desde tempranas horas en Cúcuta, frontera Colombo-Venezolana: que el incendio fue provocado por los coctel molotov de los manifestantes del terror, alentados por el Gobierno Colombiano y queriendo violentar la frontera con Venezuela. No podemos confiar en las bondades de una intervención militar de la que ya tenemos sobrada prueba de sus intereses económicos, aunque conlleven “daños colaterales” de muerte, destrucción y un país en guerra.
Nosotras no hablamos del Gobierno de Maduro, lo vemos actuar cada día en las calles y en los pueblos, en la educación y la cultura, en la vivienda y la dignidad. No hablamos de chavistas y de oposición, simplemente conversamos con cada uno, sabemos sus posturas y sus desmesuras, sus aciertos y sus errores. No hablamos de sanciones económicas, sufrimos el bloqueo económico a las cuentas del Estado (no a los personeros del Gobierno), la negación de las transacciones económicas para la compra de medicinas y alimentos, el incumplimiento unilateral de acuerdos comerciales por motivos políticos y no por falta de pago. No hablamos de injerencia, padecemos el abuso injerencista sobre la política venezolana, sus recursos, sus instituciones y su Constitución.